
Y es que ayer, el día de las Fuerzas Armadas, España demostró que está plagada de necios capaces de luchar más ferozmente por un símbolo que por reducir el hambre en el mundo. Y ojo, no hablo de los militares, que bastante tienen con el riesgo de su profesión, ni tampoco de la mayoría que reconoce su labor, hablo de aquellos que se escudan en el patriotismo para convencerse a sí mismos de su ineptitud. Todos sabemos quienes son. Ahí está el señor Laporta, empecinado en convertirse en el nuevo icono del catalanismo usando al FC Barcelona como lanzadera política.
Ya vimos hace unos años lo que supuso la Guerra de Yugoslavia: muertes, sufrimiento, dolor. Los sentimientos exarcebados y que sobrepasan los límites de la carne humana me parecen una obscenidad. Al fin y al cabo, la patria es algo que ni se ve ni se toca, como Dios.
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